Nardos de dulce fragancia,
azaleas que surcáis el arco iris,
amapolas que cantáis al sol,
¡habladme de mi amor!
“Tu amor es una rosa
de hermosura singular;
nacida en un país remoto
y criada en cautividad.
Tibios rayos mimaron sus pétalos;
abejas y gorriones se regocijaban,
revoloteando a su alrededor
por deleitarse en halagar tanto primor.
Los arbustos espinos envidiaban
tan sin par belleza;
maldijeron su aroma y su esplendor,
jurando venganza de sutil fiereza.
Delicados claveles, margaritas, lirios…,
también nacieron entre dunas;
apreciaban la sencillez de tu rosa;
juntos coreaban nanas a la luna.
La infamia de los arbustos
cegó las sendas de todo resplandor,
mientras los nacientes retoños
rogaban al cielo abrigo cuajado de calor.
Los ramilletes de flores,
entre anhelos de valles de vasta hondura,
olvidaron el alba y las puestas de sol
por no atisbar tan gran desventura.
Presos entre marañas de recios setos,
sus frágiles raicillas gemían sin parar,
anhelando lágrimas de lluvia,
que los nutrieran del níveo manjar.
Tu rosa suspiraba briznas de consuelo;
con mimo, veló por otras yemas en flor,
que, día tras día, amanecían
ajenas al germen de aquel desamor.
Una mañana de primavera,
sus pétalos se abrieron henchidos de pasión
y tu linda flor, con vigor, renació,
al prender su soledad en rebosante amor”.