Baila pequeña ninfa dorada
sobre un escenario de ingrávida luna
y que tus blancas manos
capullen pétalos en el aire.
Baila con un tenue rumor de olas
que muere de música en tus orillas.
Las nubes arrancan hebras de pianos
que se enroscan en tu cuerpo de cristal...
¡Los pianos eternos del viento
que hieres con tu manto de cabriolas!
Tu espalda es una mañana,
tibia y amarilla, que emana
el suspiro amanecido
de un sol que se despereza.
Baila, muñeca lunar,
con tu séquito de ninfas y de hadas.
Baila con gracilidad de mariposa
y con la frenética llama de tu pasión.
En un cántaro de eterna juventud
haces vibrar tu semblante sin edad
como una gota de agua cristalina.
Levanta tu rostro, bailarina,
y abre tu corazón.
Desnuda la faz de tu dócil mascarita…
Apunta la mirada al infinito,
y temblando sobre tus puntas,
por las cornisas de tus ojos,
deja una lágrima correr.
La danza va contigo
como arco iris para tu cabeza.