Hay seres que tienden a la deshumanización, o sea a la imposición propia de un poder por encima de ellos...
Es un proceso paulatino de dominio, cuyo estandarte es una miserable relación, el continuo choque de fuerzas parece seducirles, y la pérdida de su propio ser se vuelve una constante en aquella mente obnubilada de esperanza, la esperanza de un mediocre... es un amor muerto... Un cadáver maloliente en un hueco profundo que no es más que un cúmulo de insatisfacciones propias.
¿Por qué recurre el miserable siempre a una relación podrida?... Porque le atraen los límites, los precipicios, la ficción, el sacrificio, la gloria, todo lo que por sus propios medios no ha podido conseguir.
Estos seres son víctimas de si mismos, son dueños de cierta genialidad que nunca llegó al clímax, no los hizo diferentes, ni siquiera los llevó al reconocimiento público... esa genialidad fermentada en las ácidas aguas de su imaginación y en las monótonas horas donde nadie se percató de ellos, dan origen a un ser que se desprecia a sí mismo y vive a la espera de un estallido glorioso en el que ese yo imaginado brille!
Así entonces, aquella criatura casi de manera inconsciente busca una compañía que lo lleve al límite, a algún límite... le seduce lo caótico de algo, algo donde se sienta único, se une a un ser enfermo, un parásito de energías y afectos, un depredador de ánimos, de vidas, de almas!
Es un ser tan vil que no conoce el amor, es un ser que se alimenta de la carroña de amores pasados, una especie de gusano que se adhiere al miserable y reconoce lo menesteroso que hay en él, empieza la simbiosis macabra.
Todo en aquel genio frustrado comienza a debilitarse pero raramente está satisfecho, casi feliz de irse perdiendo a sí mismo en la voluntad del otro, aquella criatura pobre sin éxitos propios, sin caminos propios, sin ninguna fuente de ánimo propia, comienza a adueñarse de la vida del miserable geniecillo que mira estupefacto en lo que se ha convertido pero igual le da la mano, pretende descaminarle el corazón hasta que quede un cascaron vacío, que pueda llenar con sus propias miserias, quiere un esclavo, un preso, un servil de tiempo completo.
Quiere un ser que viva en función de sus deseos, quiere amputarle su historia, sus relaciones, su afectos, cortar todo vínculo de energía consigo mismo para poder dominarlo, lo peor de aquella aberración a la que llaman relación, es que es un acto volitivo, es el miserable el que ha escogido su miseria, es la voluntad de estar preso en una deshumanización constante, donde los besos, el sexo, el tiempo compartido, la voluntad, la libertad, la confianza, no son signos, símbolos o el leguaje del amor sino la carroña, los restos de un ser humano con los que aquel ser (aún sin definir) se alimenta.