Cada tarde al pintar el cielo sus celajes
le veía pasar, no usaba cabalgadura,
fina vestidura ni elegante carruaje.
Escondía su rostro bajo un sombrero
pretendía mirar el paisaje,
más ella sabía…hacia el balcón
su mirada tímida iba primero,
luego… el paso apresuraba
y una sonrisa esbozaba.
Apenas era un adolescente
al igual que su damisela,
solamente furtivas miradas
alimentó aquel amor inocente
que finalizó después de la escuela.