Aquí estamos. Reunidos en torno a la poesía.
Yo emito silencios que se disuelven en el eco de esta ciudad eclipsada por el pasado.
Ellos acostumbran palabras que habrán de detonarse cuando sea viernes. Y entonces no habrá más que decadencia.
Las palabras hilvanarán el génesis, yo miraré desde el rincón el apogeo del arte y mi sombra danzará en sus espejos.
¿Acaso mirarán los presentes, lo que ellos desde su reflejo observan, o será una yuxtaposición entre ellos y nosotros?
Y quién seré yo?
Hija pródiga, sostiene un libro entre sus piernas
Miras caer tu poema en una mesa,
y que se haga el pan para ellos
y que se escuche el mismo latido hilvanado de versos
estallar en la captalepsia de tu presente.
Que nadie niegue a la que ama,
que nadie se asombre de la que lleva un blues.
/que nadie reconozca a la ausente/
Que sus cadáveres imitando poetas muertos,
no nieguen a tu osamenta que proyecta su
propia jaula
Y acaso yo, acaso ellos,
acaso nosotros miraremos
a la poesía hacerse el nuevo muro.
Acaso nosotros intuiremos que el poema
también huele a carne de rutinas.
Acaso nosotros sabremos
que si rozamos cada linea,
nosotros somos ese tiempo
que amanece en cada vértice
en donde yacen
en donde crecen
y a veces se multiplican
los que hacen de una letra,
de su boca
de su miedo,
de su voz
una tumba para vivir
/inmortales/