Antes de conocerte,
yo caminaba, en silencio, sin saber…
mis días se fundían bajo soles de pasión,
anhelando el lánguido atardecer
mientras surcaba el cielo
en busca de una sola oración.
Amanece tan pronto,
que las luces del alba quiebran mi sueño;
sueños que son jirones de nostalgia
de un tiempo prendido por un hondo empeño,
el que acaricia la dicha de ser tu madre,
esa llama encendida por un amor sin dueño.
Contigo nació mi inspiración;
tus pasitos guiaron mis despertares,
por una alfombra tejida de primavera
entre agasajos de lirios y rosales,
los de tus risas acariciando mi rostro
entre abrazos maternales.
Hoy, evoco tus rosadas mejillas,
en las que delicadas mariposas posaban;
eran besos de amor inflamados,
que a una bella aurora mi querer cantaban,
tejiendo instantes presos de ternura
como un manantial que tu dicha desbordaba.
Siempre caminabas a mi vera
y, con amor, yo prendía tus manitas;
esas delicadas flores de raros pétalos,
que venerados recuerdos en mí excitan
dentro de un mar insondable,
en el que olas bravas se agitan.
Anhelo ver de nuevo tu sonrisa
en medio de este paraje solitario,
al sosiego de sombras de sauces,
que musiten con sus hojas mi poemario,
por rasgar el velo que cubre la memoria,
avivando tan bella luz en su relicario.