Y llegaste a los 90 madre querida.
Dios Padre Bueno, bendiga tu vivir.
Te veo y siento una gran ternura.
Te doy gracias porque me diste la vida,
te abriste a tan gran don y lo trasmitiste.
Fuimos nueve en total los brotes de tu vientre.
Te veo feliz al lado de mi padre.
Algunos achaques te golpean.
No te explicas por qué pierdes algo de memoria,
por qué no puedes caminar como antes,
por qué no puedes limpiar, cocinar y hacer las cosas como antes.
Te abrazo tiernamente y te susurro al oído: “viejita recuerda que son 90.
Dale gracias a Dios por el don de los años y el amor de tu esposo
de tus hijos, de tus nueras, de tus nietos, bisnietos y de tantos que te quieren”
Me miras tiernamente y me dices: “tienes razón mijito”.
FELICIDADES ROSITA.