Si hubiera un pulcro compás de clemencia
tras tanto fingimiento,
os aseguraría que el resto de mi vida
le berrearía a los vientos odas de ánimo
y relatos de motivos ilustres.
Rebuscamos un cariño sin espinas;
decimos lo que no es, lo que no somos,
nos zampamos purés de apariencia
y reconquistamos de la verdad
lo que nos conviene.
Hay quien dice: “Tenemos lo que nos merecemos”.
Yo exclusivamente digo: Si supiésemos
lo que se esconde tras las paredes del día a día,
miraríamos galantemente hacia el cielo
y nos agitaríamos al evidenciar lo sempiterno.