En su barca de nubes rojas se marcha el sol,
va dejando regado en el infinito
una estela de pétalos marchitos
y tras ellos una sombra gris.
La sombra se agiganta
detrás de las pálidas colinas,
en un santiamén se pierde el camino
y en esa oscuridad, la ojota tropieza.
Laten los campos, el viento arrulla al solitario nido.
En la poza, bajo el puente se baña un duende
y en esta soledad poblada de misterios
emerge de mi pecho un suspiro.
Un funeral de cánticos nocturnos
de gallaretas, tucos y lechuzas,
y millares de luciérnagas vagabundas
acompañan la noche.
El sol se ha ido, a recorrer otros mundos,
cierro los ojos, quedo dormido,
con la esperanza que mañana, desde mi ventana
volveré a verlo brillar sobre las cumbres.
José Eugenio Sánchez Bacilio (Perú).