Dos desconocidos.
Las miradas se cruzan tímidas.
Las bocas se esquivan en un beso de protocolo.
La noche con sus cuerpos danzantes
se muestra sin mayor altercado.
Como una manzana no mordida:
somos dos extraños.
Las palabras tímidas a penas salen
de los labios.
¿Quién eres? ¿Quienes somos?
Hablan las voces del vino;
Entre risas mi mirada aún era en el suelo
la saeta que no da en el blanco.
A regañadientes y bajo el mismo ritmo
nos encontramos,
empujados de un lado y de otro:
los pies se pierden, los cuerpos
se doblan como ramas sacudidas
por el viento. Ondas sonoras
En mi mente tu mundo me es ajeno
como una pregunta jamás respondida.
Lento respiro, eterno suspiro.
Una lenta ola de piedra sobre un espejo
de agua es tu mirada que golpe mis muros
sin ser (yo) advertido.
Pero la noche siempre muere al día
y giro mi espalda en dirección a nadie.
Se mueven mis pasos tranquilos
mientras me despido... de ti
con un adiós no definitivo.