Que dolor sin dolor de tu partida
y la noche que sube amarga
como olas y como caída
salada de la soledad más larga.
Hules a pus parca y agonía
de silencios anegados de ecos,
ecos del mar y de tu voz que venía
tendida sobre los oídos huecos.
Rumor de voces tardas
te escondes en el barbecho
helado de las almohadas
y en lo pesado caes al pecho.
Sabana quebrada por el cielo
te siento pesada sobre el huerto
de mi infancia, y mi cuerpo yerto
colmado de dolores y desvelo.
Ávida constelación de los recuerdos,
crepúsculo de las esperanzas,
regazo agrio de la luna.
Ando resuelto en cuna,
cobijado y despierto en andanzas
y sobre el lecho de los heridos.