Arrumbado muere en el rincón,
que viste de carne y de pecho,
lleno de pulsos que sangran
a brotes nostalgia y recuerdos.
Allí sufre del vivir su dolor,
y vive muriendo a latidos,
respira asfixiado en suspiros
la agonía de ser infeliz por amor.
¡Ay que no quiere morir!
pero como le pesa el vivir!,
como le duele inhalar
en cada respiro la vida.
Y con su llanto desangra
del alma sus horas sombrías,
las más oscuras de todas,
las de las noches más frías.
Aquellas con las que el destierro
le besa de muerte en los labios,
cuando al recuerdo le invade
tan profundo la melancolía.
No dejéis de latir corazón,
sigue empujando la vida,
aunque sea la ausencia, la de Ella,
que finalmente a la muerte te lleve.
SALO.