Bar Literario

Práctica de perífrasis

He perdido mi retrato. Lo he perdido. Fui al bosque y ya no me palpo el rostro: mi nariz, mis pómulos, esas cabezas de rana a cada lado de mi cabeza que con unas largas lenguas cazaban los sonidos. Tampoco hallo mi cuello, paso las manos libremente de un hombro a otro hombro. Ahora he perdido mis dedos, o ya no recuerdo si eran garras, o trozos de paja. Ahora tengo los dedos verdes de los árboles, y a través de ellos me entran los cálidos rayos de sol. He perdido tantas cosas, tantas, lo he perdido todo, una especie de consciencia colectiva piensa por mí, y ahora sé que debía perderlas, que yo lo quería, que siempre lo he querido. Porque ahora puedo permitirme cosas grandiosas, porque ahora puedo caminar sobre esos espejos que la lluvia inventa, porque ahora puedo ser barro, ser el latido de un corazón húmedo y denso, intenso y apacible y mágico. La magia no existe. Yo tampoco. No me importa. Reconozco que soy insignificante en este incendio y me deshago al compás de sus lentas respiraciones, concentrándome en el canto de los guardianes del cielo. Es un asunto de vida o muerte.

 

 

Mar.