Hoy,
se congelan mis huesos
frente al espejo
al ver tu rostro
quebrado en mi reflejo.
Ayer,
te abandone con una semilla
palpitando en tu vientre
mientras naufragabas
en un pozo de lágrimas secas.
Mañana,
surgirán víboras azabache
de estos amargos recuerdos
que me morderán las venas
para alimentarse con mi sangre.
Muy dentro,
mi piel desea
volver a calentar tu cuerpo
arroparte con mis brazos
y saborear el néctar
que destilaron tus senos.
Ansío,
que volviéramos a bailar desnudos
bajo la lluvia y el trueno
y copular febrilmente
en la oscurana de un cementerio.
Develo que sin ti,
soy prisionero de tu silencio,
soy una sombra que busca dueño,
soy lumbre sin candela
o una piedra mecida por el viento.
Soy una cucaracha bajo las cloacas
¡Huérfana de ilusiones!
Soy un vivo que sigue dormido
o un difunto que carga su féretro.
Anhelo,
¡Reconquistar tu voz y sacudir
tu cuerpo!
¡Reconquistar tu aliento y levantar
a los muertos!
¡Reconquistar tu amor y desangrar
al tiempo!
Pero no puedo
¡Siento que caigo desde los huesos al alma!
¿Por qué?
¿Por qué los errores pesan más que las virtudes?
Sola y desamparada
en un mar de sangre y fluido amniótico,
te deje cuando dabas a luz
a una manzana podrida.
Que sollozante, gritaba mi nombre
por un trozo de amor
de un padre traidor
que lo rechazo al momento de nacer.
Un niño nace
un padre huye
y una hermosa muñeca
se rompe dando a luz a la muerte.
Yo,
¡Me maldigo a mí mismo!
¿Será que debo amar a la muerte
por ser mi vástago?
No interesa
¡Me importa un carajo si ya nada importa!
Soy el padre de la muerte
¡Una maldita escoria!
Estafe tus sentimientos
y cobardemente renuncie a ti
preñándote con la muerte.
Tu imagen me persigue
a donde quiera que voy.
El último vestigio de tu existencia
cuando te quedabas dormida, soñando,
que entre tus brazos sostenías
a la eternidad.
Ahora,
soy un zombi en vilo
que vaga en pena
arrastrando el peso de tu leyenda.
Por eso...
Salgo a buscarte de noche y de día
en el fondo de una botella vacía.