Gina, la gatita de Rosalía,
¡es tan zalamera!;
suave cual ovillo de lana;
de color blanca luna;
mirada pilluela verde mar
y orejitas de diablillo.
Gina baila un vals,
brincando entre las nubes;
es un alegre danzar,
que adorna con donaire;
sólo sueña con jugar
y sestear toda la tarde.
Salta y corretea feliz;
curiosea por nuestro hogar.
Con su carita risueña;
contempla una flor;
quiere jugar con mi rosa;
de todas, la más hermosa.
Gina es una leve ilusión;
un don en días de penumbra;
la caricia de una niña,
que en horas de fragor,
atisbó una brizna de alegría
entre caricias de algodón.
Rosalía sueña con Gina,
y le susurra con ternura:
“¡cuánto quiero a esta cosita!”;
mientras retoza con la dicha,
ese júbilo inocente de un ser,
que limpio amor es su querer.
Mi querida hija, Rosalía,
la más preciada rosa;
la gatita, su fiel compañera;
tanta belleza compartida;
no hay felicidad más sincera;
Rosalía y Gina, idéntica pasión;
la única; la mía verdadera.