La canción del hombre decadente
Soy un hombre decadente,
lo digo pese al mar que me decora,
al ruido de las gentes en las calles,
al humo de la usina que me asfixia,
al robo cotidiano de los barrios
y de los grandes empresarios de la tierra,
yo soy un hombre triste, solitario,
que quiso ser feliz y ya lo ha sido,
que, apenas divisó naves de olvido,
compuso una canción de nuevo horario
y que volvió del sexo y del sudario,
de toda la estación del bien perdido,
que apenas se cansó de lo vivido
volvió a vivir feliz sin más notario
y que, si algo dejó, fue su gotario
de calmas hasta el fin, de un mar sin ruido,
de toda la visión de un estepario,
y siempre se sintió el más bienvenido,
incluso cuando aquí, sin calendario,
ya viejo se miró, más no vencido.
Por eso decadente en cuanto avanzo,
en cuanto dejo atrás cada miseria,
en cuanto con quien lucha voy unido
hacia una nueva paz y un nuevo canto,
en cuanto, refinado y aguerrido,
me luzco por buscar pan para todos,
una nueva justicia en que no hay crimen
porque tiene una mesa en que no hay hambre,
en que todo trabajo es bien pagado
y las noches son para el buen descanso,
no para el asalto en los rincones,
no para olvido en las miserias ,
no para algún turno de esclavos sin destino.
Por eso, decadente me levanto
y apuro un refinado paso altivo
en que mis gustos crecen con la aurora
y mis costumbres son lo que marchando
por esas calles doy de lo aprendido.
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