Un hombre llora debajo de mi piel,
sueña que alguien alquila su boca para dormir un sueño,
y yo soy ese hombre.
Un hombre salta sobre su sangre desatándose un antiguo lazo
que lo abarca, y yo soy ese hombre.
Me interpreto a mí mismo cuando quemo algo de mi cuerpo,
o creo en el continuo reconteo de estrellas,
enigma de algún pobre
cuyos andrajos son vestidos sublevados,
pétalos de una gran renunciación.
Caen desde gran altura los nidos de las piedras,
anunciando un ayer y otra mañana.
Es el momento de partir buscando la orilla palpable de la carne.
Huyo hacia el abrazo que jamás pudimos dar.
Imposible que mi rumbo quede quieto.
Lo ahogado es un secreto deslizándose.
G.C.
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