Siento una necesidad incomprensible de buscarte, una absurda necesidad de expresarte todo lo que me haces sentir cada noche y eso que no te tengo, te pienso pero no te escribo, no te lloro, no te río, no entiendo muy bien que me sucede pero quiero que lo de hace varias semanas atrás se vuelva a repetir. Recuerdo que era miércoles, día en el que siento que la semana no avanza, te escribí pero no obtuve respuesta alguna por lo que te llamé, te sentí un poco agobiada, triste o no se si era mi impresión, hacía mucho no te escuchaba es que ahora compartes tu vida con otra mujer a la cual dices no amar pero eso no es lo importante, quedamos en que pasarías a visitarme en la tarde, la mañana iba a paso de caracol, eran las 5.00 PM cuando escuché el timbre, no se si era el hambre pero mis tripas se movían y un frío recorrió mi cuerpo, me dirigí abrir la puerta sin primero observar quien tocaba, cuando hale la manilla mi vista se dirigió al piso, de repente una voz ronca dijo: — Recuerde que en la noche tenemos reunión para debatir sobre la administración de la unidad. Con una irónica sonrisa despedí al presidente, tiré la puerta y me senté en el sillón un poco pensativa, creía que no ibas a llegar, eso me puso mal, la mayor parte del tiempo había estado en función del apartamento, quería que lo encontraras limpio, bonito, pasaban los minutos y se acercaban las 5.30 PM cuando nuevamente llamaron a mi puerta, esta vez mire detenidamente por el ojo mágico y noté que eras tú, Verónica. La sonrísa que se dibujo en mi rostro se podía comparar con la de un niño que recibe el tan anhelado agasajo, inmediatamente abrí la puerta y me miraste de tal forma que lograste hacerme sonrojar, tu mirada era tan penetrante, tan diferente, tan única, tan tú, tan Verónica, esa mirada que me dice lo se todo, esa mirada que me dice te voy hacer mía, esa mirada que me hace creer que es ella quién manda y que sólo soy un simple objeto que sexualmente vas a manipular, entras al apartamento, cerraste la puerta cuidadosamente como sí de una travesura juvenil se tratase, me besaste tan apasionadamente que lograste que humedeciera mi panty, te quitaste el abrigo, la camisa, el pantalón y no dejaste que te ayudara, tengo claro que no te gusta usar ropa en casa, te sientes más cómoda usando ropa interior, — según ella la hace sentir libre —, te sentaste en la poltrona con las piernas cruzadas y los ojos cerrados como de costumbre, tenías puesto el vestido íntimo que de cumpleaños te regalé porque el presupuesto no me dio para más, me encontraba en la cocina observandote, te veías tan tranquila, sonreía mientras calentaba los espaguetis que te había preparado porque sé, son tus favoritos, los puse en bajo y me paré justo en frente de ti, me incline un poco en dirección a tu cuello, inicialmente pretendía darte un beso pero un largo suspiro se me escapó, noté que tu piel se erizo y abriste los ojos, me observaste cuidadosamente, me tomaste las manos mientras abrías tus piernas, las llevaste a tus pechos, tus pequeños pechos que me encantan, los veo con tanta ternura y morbo a su vez, te levanté y te llevé al comedor, comencé a besarte y quitarte el sostén mientras acariciaba tus largas piernas blancas como la leche, pase mi lengua por tu barbilla mientras mi corazón se aceleraba con el compás de los segundos, estaba preocupada, no sabía por donde comenzar así que empecé por el principio, mientras mis manos consentian aquellos duraznos maduros, los besé como nunca antes lo había hecho, tan fuerte pero tan delicado a la vez, pase mi lengua por todo tu abdomen, siempre he admirado tu cuerpo, es tan perfecto que me asombro, mi único objetivo era acariciar con mi lengua cada poro de tu cuerpo, me encontraba tan excitada que después de tantos besos y caricias decidí aterrizar en tu ombligo, allí repartí algunos besos, adelante había un obstáculo, tu panty, con mis dientes decidí quitarlos y de regreso besé tus piernas al final me topé con un monte y un poco más abajo de él se encontraba un océano, estabas tan húmeda que tomé tus muslos y los separé para poder degustar aquel manjar que me esperaba, besé tu entrepierna y cada que me iba acercando te tocabas, te noté tan provocativa que mi respiración se aceleró, pasé mi lengua por tu clítoris y sentí como tu cuerpo se contraía, acerqué mi boca vacía, tímida, fría, sólo deseaba hacerte sentir bien, mi lengua compaginaba con tu campanita y danzaban al ritmo de nuestros latidos, inserte el dedo del corazón pero no quedabas satisfecha por lo que convide al anular, te soplaba y me pedías más, por lo que conseguí que te vinieras en mi boca, tus gemidos son mi melodía favorita, tu sonrisa me lo dijo todo, me subí a la mesa y me acosté a tu lado, quería contemplar tu rostro, tu bello rostro que me llena de felicidad por momentos, me acerqué a tus labios y los besé lo más suave que pude, abrí los ojos y me miraste feo me asusté cuando me llegó un olor raro, a quemado, me bajé de un brinco de la mesa dirigí mis ojos al fogón y noté que de aquello que llaman spaguetis no había rastro, se habían quemado, te miré y lo único que hacías era reírte de mi, me acerqué y me diste un abrazo el cual finalizó con un suspiro recíproco.
¿Para qué buscarte? Estas bien con la mujer que tienes, no te necesito, esperaré mi turno pero no contigo, con otra mujer.