Como una hoja flotando por el río,
así se deslizó tu mano sobre la mía;
tu corazón me demostraba su poderío
mi cuerpo de forma templada respondía.
La respiración se transformaba en un navío,
tus labios eran el mar donde ella feliz se hundía;
Segundo a segundo mi alma se llenaba de un atavío
formado por la pasión de tus llamas que tanto me querían.
No había distancia ni límites o geografía que quedaran vacío
de los besos que nacían fervientemente de esta suculenta cofradía.
Fue una noche que duró cien días de pasión con tormentas de amorío,
el recuerdo de un amor que por siempre y para siempre mi lengua recordaría.