Desde la nada
Te amo porque ha sido siempre así,
sin voz, sin ti,
sin nada que presagie el porvenir,
así como entre calles de la niebla,
así como entre vasos sin licor
y donde nadie llega ni te espera
y donde ya no vas ni por amor,
Es esa la lección de los arbustos
que forman las montañas y los valles,
que extienden sus aceros en las torres
o en puentes que cruzaron por mil ríos,
es esa la verdad de los peñascos
que el hombre ha transformado en proyectiles,
en bases de la iglesia y del estado,
en cómodas paredes del olvido,
en taciturnos muros de las calles
en que no te encontré porque no anduve,
en que no me buscaste pues ni viste
y no podías ver pues tú no estabas,
no estabas ni estarás pues no has nacido,
cual no he nacido yo en este misterio
en que desde lo eterno nos soñamos
sin poder despertar para el abrazo,
sin poder convertir la sombra en rayo
de vida, de calor, de plácida leyenda.
Y así sólo me conformo con la vida,
y así sólo te conformas con la espera,
esta en la que me dices que me amas,
esta en la que te digo que te amo,
sin jamás haber pensado abrir la boca,
sin otra cosa que esperar, sencillamente,
que alguna vez, desde la nada, aparezcamos
y acaben las palabras que no dices
y encuentres las miradas en que observo
cómo no estás aquí, cómo no llego,
cómo el amor es esto de sólo estar y no encontrarse,
de sólo amar sin encontrar la muchedumbre de tus besos.
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