Perdí mis libros y una agenda.
tal vez el que los tenga sepa,
el itinerario y los deseos que develan.
Salieron de mi vida, desconozco el recorrido
de sus páginas casi nuevas.
Tal vez, si no se lo hubiera hurtado a un poeta,
Serían algo así como objetos de alguna pena.
Quien los lea se llevará parte de mi siesta,
el recuerdo de las noches, mi insomnio,
mis huellas por algunas páginas, mi intuición,
el hallazgo de un domingo de pocas piezas.
A veces la felicidad se cuela por donde
la llaga se cuece, los libros que no leí
se perdieron en la mirada de su raptor.
Sospecho de sus manos, deseo que se pierdan,
y que en algún interín se conozcan los secretos,
perversos de quien los ha llevado.
Deseo que su noche no se consuma nunca,
y que sus ojos lean y me piensen,
que cada silencio sea un rapto de un recuerdo,
que sus dudas se anuden para parir otras,
que sus intenciones mueran en un acto sexual,
que pierda la sensibilidad por las cosas nimias,
esa que despierta sonrisas huecas y trepa
hasta el instante inconmensurable.
Le deseo la muerte de su valentía, una
cobarde sensación a hastío, a desengaño.
a luces de combates lujuriosos yertos.
Le deseo un último minuto desagradable,
ante mi presencia, en su agonía, su última
despedida, de un rol vulgar, mustio, sucio.