Lo conocí a través de sus palabras, siempre inteligentes, irónicas, reflexivas, crujientes... Lo miré sin querer, por accidente, y se adentró en mi mente e hizo nido en mi corazón. Nos miramos en el abecedario del amor, pero siempre en la disonancia de la distancia. Un día miré su imagen con su cabello teñido por el tiempo, su sonrisa franca y con unos ojos llenos de estrellas. Descubrí que el amor es un chiquillo travieso que juega con nosotros y nosotros somos masoquistas cuando no empeñamos en alcanzarlo sabiéndolo imposible. Soy masoquista ... y me gusta.