Soy un hombre encerrado en su cuarto de espejos.
Soy José.
Estoy cargado de bramidos, de adioses insolentes.
Me abruma el miedo a la tormenta.
Tiemblo cuando sale el sol,
me apuñalan las sombras.
La risa ajena me daña,
me divide la lluvia.
Soy José.
Me aman las tinieblas cuando ofrendo
al dios escandaloso de la angustia
mi corazón lleno de presagios.
Oigo un grito inmenso: \"eres José,
el que tuvo el corazón con extrañas mariposas enjauladas en el miedo,
el que con su ausencia quemó la luz de los campos,
e hizo vibrar sus deseos en consonancia
con el hundimiento de los altos navíos!\"
Oigo extrañas cuitas narradas
que el aire duplica y devuelve en iguales sinrazones.
Todo es magia invertida:
el pozo mostrando su fondo como principio inevitable.
La sangre tironeando el corazón;
el proceso del castigo,
porque soy un hombre preso y culpable
y extrañamente libre.
Soy José, mal de la noche,
rabioso en una espera que no terminará
sino cuando, en último gesto, quiebre ahora mi garganta.
G.C.
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