Vicente Martín Martín

No hay quehacer más ingrato

No hay quehacer más ingrato

que este oficio obligado de estar vivos

y además

poner cara de imbécil o aguantar que la gente te pregunte

qué te ocurre o qué haces

cuando bajas los ojos y te muerdes las uñas.

Bien sabes que no tienes opción y que las normas

del juego están trucadas,

que esta guerra

no contempla armisticios ni consiente

treguas provisionales,

que mañana es tu día y sólo puedes

elegir el color de tu amargura y esperar que una voz

suavemente

te llame.

 

Si al menos te dejaran dar un golpe en la mesa,

clausurar de un  portazo el universo

y después

blasfemarle a la muerte y gritarle que no insista,

si en tus manos tuvieras escoger cómo y cuando,

no lo sé, pero acaso

eligieras ser nada,

polvo o piedra,

no haber venido a un mundo de una infancia tan breve

ni haber amado a nadie

ni haberte molestado en aprender un lenguaje que tenía

las sílabas de plomo.