Un día cualquiera.
Al despertar veo la mañana roja húmeda , brizada, tumbando la noche, guardando la luna, apagando luceros que aveces se caen del cielo.
El canto del centzontle me anima, con el aroma del fogón alimentado por leña seca del prado, que alguien ya ha cortado, para empezar a trabajar su día; tortillas a mano no han de faltar, tamales y atole para desayunar.
Mi abuela en la puerta un suéter seguro me ha de dar, como es que su hijo no se ha de arropar.
Estambre de lana es tradicional, en toda la ropa de mi pueblo natal.
El agua en el río tan dulce canta a su paso y, miro tantos peces cual notas celestes que arrullan el tiempo y lo detienen aveces.
Sabino, árbol dominante del paisaje, sauce llorón fiel compañero a tu tristeza y coraje, magueyes que en su agua miel endulzan los motivos de la tradición y, muy presente tú, Malinche, cerro fémino de tanta belleza que impone el mestizaje de mi corazón.
Así te disfruto tierra santa, tierra mía y de mi inmensa familia.
Tlaxcala llevas por nombre, heroico pedacito de patria, cual Cortez vio tu temple y la nobleza de toda mi gente abriendo corazones de los insurgentes.
Caballo lindo que recorres las melgas con tu jinete rebosante, cual jorongo cubre todo su pecho que lleno ha de estar del aire que emana de su amada patria.
Tradición que cubre toda mi alma y, que se da a notar desde el momento que empieza otra linda mañana.
Tlaxcala aquí me tienes, viendo como mi vida transcurre feliz.
Marc Téllez González.