En el camino
A mi nadie me mata, que, si muero,
se muere de coraje mi asesino,
de rabia, de dolor, de sin destino,
pues yo soy su razón y su madero.
Y muere mi patrón y mi usurero,
mi hermano, mi asaltante, mi vecino,
se muere cada flor del peregrino
que nadie nombrará por el sendero.
Y entonces mi morir no es verdadero,
que como el tuyo acaba en desatino,
pues nada deja aquí, ni tu sombrero.
Y entonces no hay morir, que es el molino
el que nos lleva y trae en su rasero,
ya innobles, ya sin fin, ya en el camino.
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