Allí estaba él, con la respiración entrecortada, como animal que acecha a su presa... silencioso, sigiloso; con los oídos atentos a cualquier indicio de vida, con la mirada esperando cualquier movimiento, con la garras preparadas para dar el zarpazo. Allí estaba yo, con el alma asustada, camuflada en el silencio, quieta... procurando imitar a la muerte, conteniendo la respiración para no dar señales de vida. Allí estábamos... cuando de repente... nos devoró la noche.