La vida vino a mí sin yo llamarla
ni siquiera, os juro, la conocía,
y nunca yo pensé que llegaría
y menos que pudiera disfrutarla.
Y un día llegó, así, sin darme cuenta,
sin permiso plantada ante mi estancia,
no supe reaccionar pues su prestancia
mi albedrío anuló. Fue en el cuarenta.
Después que eso paso, la muy canalla
de mi vida y aun de mi alma se adueñó.
Quise apartarla más ella respondió:
déjame hacer a mí, tú come y calla.
Y fue así de esta guisa, obnubilado,
-nadie me juzgue si lo hice bien o mal-,
que obediente siempre he sido al carnaval
y a consejos seguido que me ha dado.
Si por azar la hubiera despreciado
quizás fuera hoy sujeto de carnaza
exhibido en el rollo de una plaza
y en el juicio final ajusticiado.
©donaciano bueno
http://www.donacianobueno.com/