El suspiro persigue en el viento tu distante presencia
como una piragua rescatando cada braza perdida.
Y la noche se queda dócil ante mis párpados,
se queda tierna entre mi alma extendida
y mi corazón oprimido en la tristeza.
La ceniza declama y delata el estereo fulgor
que hace girar y cantar el horizonte peregrino,
es la lira que fue forjada a la orden de los pétalos,
la misma que hoy le canta a tu olvido
la misma que llora tu nombre y gime.