En España hay ocho apellidos,
más limpios que el aire,
y la palidez de las velas de los barcos hundidos.
En España hay ocho veleros,
tan llenos de fango y sangre,
que caben dentro de ellos el viento.
Navega con ellos,
la muerte, el águila y el celo de los perros.
Subordinando la puerta por la que pasan los pies descalzos.
Dominado la mano que arranca en el mercado la cizaña,
Inspeccionando cada uno de los piojos de la cabeza.
Agitando con empacho de bisturí los manteles vacíos con una mordaza.
Saboteando con el martillo a la gota de agua que se cae del andamio al labio de un moribundo.
Acaparando hasta la mortaja de los que se han hundido en el fondo del mar,
y sus ojos son estrellas ahogadas.
Imputando cada letra con sangre por la ofensa y el descrédito del crédito.
Condenado de por vida al exilio del asco y a las rejas de la angustia
a cincuenta millones de seres del noveno apellido.
No hay salida a este naufragio sin sangre.
Ni doctores que no maten para sanar en una camilla.
Y sobre los cuerpos de las orillas,
no hay cura ni activista que no hagan de sepulturero,
En una charca de cieno donde los sapos alaban a Júpiter,
cantando ” todo es tuyo”
y las raíces son cuadradas en el mundo,
y le roban el alimento a los hombres.
Angelillo de Uixó.