No importa en donde estés. Mi corazón siempre será la brújula que me conducirá hasta tu templo. En algún recodo de tu viaje, podrás leer en las estrellas el más hermoso pergamino de amor que te escribí anoche. Mientras la vida despierta en bucólica mirada del amanecer, este amor enmudeció queriéndote aún más. Es fascinante como el misterio de una pasión puede romperle los huesos a la lejanía; son como hilos invisibles de oro lo que hacen que estas añoranzas tengan como destino a tu hermosísima figura de terciopelo. Eres el gran amor que jamás pierde una batalla. Sabe que lucha por ti, es el aliento de su alma prendada en tus múltiples encantos. En cada una de las estrellas pude escribir tu nombre, las más pequeñitas me obsequiaron su profunda luz para colocarlas en tus ojos, aquellas de mayor tamaño expresamente me pidieron dibujara tu sonrisa. Solo que al conversar con ellas, una con forma de rubí me solicitó algo increíble. Con voz melodiosa llamó a mi corazón para indicarle lo siguiente: Anhelo pasear tu amor por todos los confines del universo; que cada planeta conozca la entrega de un hombre por la mujer amada. Así que cada vez que mires al cielo sabrás que en algún escenario de todas las galaxias inimaginables tu historia de amor andará viajando entre senderos perfumados por el incomparable que le profesas a la dama de tus sueños. Tu inmenso corazón hará posibles que las distancias mueran cuando pienses en ella. Escribo la epístola imaginaria, este sinfín de cosas que significas en mi vida. He sido un viajante que colecciona tus pasos en esos parajes hermosos que son la perpetuación de tu misma. Te he amado hasta que cada gota de sangre se hizo un océano de amor infinito; una inmensidad de pasiones sin máscaras y con la autenticidad de un hombre que te llevará en su alma para siempre. Jamás conocí mujer más hermosa, una diosa arrancada de un cuento de hadas; es por ello que soy esclavo de tus enigmáticos ojos, con tu mirada inolvidable que hace que el alma vuele hasta tus planicies de luz. Un amor que enciende una luz en medio del camino, como imaginario candelabro son las luciérnagas que te persiguen mientras la oscuridad se deja acariciar por los tímidos rayos que son el prefacio de los besos ardientes…