No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,(Pessoa)
Esta vida desposeída de buena ventura
este letargo de no saber qué hacer
la inanición de aire puro de emociones
este simplismo que me cerca y anonada
este engañarse a uno mismo, estas sienes
discretas, este estar sin encontrarse.
Y el mañana que se repite hasta el cansancio
mientras crece el cemento y el ruido de ventanas
el trajinar de los autos, el correr de la gente
que corre tras la vida y alcanza su muerte.
La soledad es una ridícula compañía
de alondras lejanas que se escapan.
El amor, ese cuento de hadas trasnochadas.
Solo la muerte, su certero dardo
producirá una perenne herida
cuando quiera tocar mi espalda
alguna tarde, o mañana desprevenida
ella urdirá una tela de araña en mi alma
y decidiré aceptar esa derrota definitiva
de huesos inasibles, de aliento pesado
y me iré hacia una dimensión nunca hallada
tal vez, en los últimos instantes
caminaré por los laberintos borgianos
llenos de tigres de quienes huir
o nirvanas de perfumadas y pacíficas flores
de rosas de difuntos botones
de polvo que no sentiré
de almizcle que no seré capaz de saborear
y me iré después de haber visto
la muerte con todos su nombres
esa será mi gloria y mi postrer triunfo
mi memoria será un fantasma que se diluye
entre la niebla del pantano del tiempo.