Aquella pregunta llegó mientras él acariciaba mis senos, cuando tenía los ojos cerrados y sentía el recorrido lento de sus manos toscas. Mi cuerpo reaccionaba a cada roce, se movía al compás de sus dedos, como si de un director de orquesta se tratase. Mi boca entreabierta recibía sus dedos y los humedecía lentamente. Mis ojos permanecían cerrados y, como aviso intermitente, aquella pregunta se encendía y se apagaba. Llegado el momento, sus manos y sus piernas solicitaban que las mías se abrieran, y así lo hacía, sintiendo parte de aquel concierto. Hasta que decidí dirigir mi propia orquesta. Cabalgué sobre él, mientras la pregunta crecía tornándose en una valla luminosa. Por momentos... veía su rostro satisfecho, enrojecido, su boca, también entreabierta, dejaba escapar sonidos indescifrables. Mis caderas buscaban la ruta del encanto, se movía, primero lento... suave... hasta que el clítoris exigió mayor excitación, entonces, el trote comenzó a agitarse sobre él. Levanté la mirada al cielo, me movía cada vez más y más buscando mi goce, concentrada, el corazón agitado, más y más movimiento, hasta que me sentí satisfecha, mi interior palpitaba, se movía involuntariamente... mientras aquella pregunta, al son de mis palpitaciones, se repetía una y otra vez ¿Qué se sentirá hacer el amor con amor?