Raquense

SUEÑOS

 

Me estaba muriendo. O eso pensé. La sed llego. La sed paso.
Llevaba un rato en la oscuridad, pero me pareció que transcurrían años allí tendida.
Mi peor enemigo había cumplido su amenaza enterrándome viva.
Era el peor tormento. No podía levantarme de allí aunque quisiera.
Me había arañado las rodillas contra la tapa. El cuello me dolía debido a la tensión de contener el impulso de levantar la cabeza, otra vez presa del pánico. Respiraba.
Seguía respirando. Yaciendo bajo la tierra húmeda.
Seria interesante, si no fuera por la agonía de que cada latido del corazón me retumbaba en los oídos.
Y si pudiera retener los pensamientos...
Iba a morir de aquella forma sin que nadie supiera donde estaba. Suelto un jadeo, el pánico estaba a punto de volverme loca. Lloro sin poder contenerme.
La añoranza de estar al aire libre, la sensación de desamparo, me atenazaron.
En algún impreciso momento, surgió un sonido en la noche. Lo note en los huesos.
Abrí los ojos en la oscuridad y supe que se acercaba.
Tenia el ritmo de las pisadas. El mundo se lleno de aquel sonido. Por un instante, tuve miedo. Me estire en el ataúd y, de pronto, no pude respirar, no pude gritar, y me pareció que, si hubiera podido hacerlo, habría gritado tan fuerte que me habría roto los tímpanos. El sonido era mas fuerte. Se acercaba.
Quizá sea la muerte, me dije.
Quizá, por algún sublime milagro, la muerte esta viva y nos toma en sus brazos.
Trate de empujar la tapa, de hacer fuerza con los pies, pero estaba demasiado débil.
Note en la boca un gusto a tierra arenosa.
Me pareció oír el estallido de un cañón transportado por el eco a través de valles y pasos de montañas.
Sabia que aquel sonido estaba buscándome, estaba acudiendo a mi.
Me buscaba como un haz de luz.
Lo volví a sentir como una descarga de artillería.
Tenia que responder.
Escuche mis propios penosos jadeos mientras pugnaba por mover los labios.
Y el sonido alcanzo tal potencia que hizo vibrar hasta la ultima fibra de mi ser.
En torno a mi, la tierra se movía bajo su efecto.
Pero el rugido sordo y corriente que escuchaba era el de algo excavando la tierra encima de mi.
Y vi arriba la luz tenue del cielo a oscuras y la tapa de nubes como un velo que tapaba las estrellas, y nunca como en aquel momento me pareció tan hermoso el cielo en toda su sencillez.
El aire lleno mis pulmones.
Emití un sonoro gemido de placer al notarlo.
Vi en las sombras la figura pálida que había venido a buscarme. Y, cuando se adelanto para pasar los brazos en torno a mi, reconocí quien era. En aquel momento era algo que apenas podía creer de verdad, y el rostro parecía surgido del reino de lo imposible.

- Dracula...