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YA TE DEJÉ IR.

Me niego a sentirte una vez más,
me niego a pensárte, a vivírte, a respirárte de nuevo,
a seguirte dedicando cientos de poemas jodídamente cursis.

 

Me niego total y enérgicamente,
me niego con todo y con nada,
con las ganas, con la fuerza,
con el vigor y la esencia de mi vida y de mi alma.

 

Me niego con todo lo que se fue detrás de ti,
con lo poco que tu existencia me dejó,
me niego con eso, con todo y con más.

 

Eres luz que alumbra la miseria,
lagrima de la devoción,
vida y muerte de la esperanza,
señuelo de mi fe insensata.

 

Ya no hay noche ni refugio,
que enflaquezca mi carencia de ti,
ya no hay nada que pueda decir que no sepas,
que no te haya escrito, pensado o gritado.

 

Privilegiado del recuerdo que me tiene inerte,
vivo y muerto como la sombra del esclavo del deseo,
del sueño caótico y anárquico,
lucido, vibrante, opaco, carente y viceversa.

 

Nostalgia de lo que pudo haber sido pero nunca fue,
luz opaca de tardes color ámbar que reflejan vida y nostalgia al mismo tiempo,
conmiseración fría del rumbo tan distinto,
tan repentino y absoluto que tomaron nuestros caminos.

 

Ya no queda nada de lo que un día fue.
vamos a mermar la energía que ocupa el recuerdo,
dejemos de invertir tiempo y vida en la cuenta bancaria del deseo,
olvidemos el futuro tan lejano y agraciado que nunca llegó, ni llegará.

 

Brindemos con la última copa del dolor,
brindemos por la más suave de las despedidas,
sin tocarnos, sin mirarnos, sin olernos, sin pensárnos,
hagamos como que esto nunca pasó.

 

Vibremos como el aplomo del sonido del sereno,
tan fuerte como que en otra vida nos volveremos a encontrar,
embriaguemos el dinamismo de la despedida,
con el ímpetu del sentimiento de que algún día tendrá que terminar.

 

Olvidémonos de trágicas despedidas,
del amargo momento de decir adiós,
y con las ganas de redimir la alegría;
solo aléjate, corre, grita, lárgate y no te despidas,
no lo hagas por favor, yo ya te dejé ir.