Eres la perfidia
del imposible placer de amar.
Creces en huerto oscuro,
condición de filosos odios
pléyade de conciertos falaces
en el taciturno aluvión de farsas.
Entre varoniles complacencias
extiendes tus óseas manos.
Tu mordaz desatino
punza la noche con desespero
y el frío de amanecer senil
acrecienta tu sed culposa.
En compartido perjurio,
que ironía,
¡¡florecen tus espinas!!
esas que detienen mis penurias,
que alivian mis congojas.
que evidencian... perdonarte.