Una voz en el tumulto
Obvio que no todo es fantasía,
¿no ves que las ciudades se derrumban,
no ves que crecen canas y ataúdes
y aquello que brilló hoy es ceniza del incendio?
Obvio que un regalo no es promesa,
es sólo una cajita con un sueño,
papel que arrugarás y a la basura,
la cinta quizá cueste desatarla,
la cinta quizá brille y sea suave
pero igual amaró tus deseos a un paquete.
Obvio que el tumulto es el tumulto,
que aquella multitud no es compañía,
que no hay más soledad que el estar solo,
rodeado de millones o de espejos,
en fin de nada en que encontrar la voz amiga.
Obvio que aun así tú creces, buscas,
tú escarbas en los pliegues de tu alma,
envías fotos, sales a la calle
y al primer par de brindis crees que todo ya es distinto.
Me alegro por tu insana valentía,
por tu locura fiel a lo perdido,
a aquel amor que no volvió, pero que sientes
sin distinguir lo que fue de lo que son sus cicatrices.
Por siempre dolerá el mundo perdido,
por siempre pasará que quieras cambios,
mas todo quedará en un sueño absurdo,
pues es obvio que no todos compartimos intenciones.
Y es obvio que tú no eres distinto,
que permaneces fiel a lo que has visto,
a lo que quieres ver, a lo vivido
y a lo que sueñas en tus horas de más entusiasmo.
Así nos conocimos por la vida,
así levantaremos las paredes,
capaz que alguna caiga y te conozca
o que miles no impidan que te quiera.
La cosa es que el valor es necesario,
la fuerza de mirar por sobre el cielo,
el ser capaz de volver desde cero
y siempre bendecir las ilusiones cotidianas.
Con eso bastará para que empieces,
para que puedas compartir mesa y estrellas,
si todo te golpeó no es necesario
que tú pagues también con tan tacaña y cruel moneda.
Mejor es que devuelvas los denarios,
que salgas a vivir como lo has hecho,
quizá una cruz te espera en el camino
y nadie sabe si has de desclavar a alguien
o si has de padecer tú mismo en sus maderos
atravesado por tus sueños y dolores
y por tantas obviedades no resueltas todavía.
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