En tanto exista la mujer sobre esta tierra
cuando la edad hace su ronda lisonjera
y en esta vida que ya pasa tan ligera
soledad triste, ese divino ser destierra.
Porque el cúmulo de los pesarosos años
se olvidan al compartirlos con la mujer
a quien se quiere, siempre a su lado tener
y olvidarse de la vejez, y de sus daños.
Su exquisito elixir fue origen del embrujo
desde el Edén, tal que al primer Adán sedujo
inocencia que estimuló a ellos, el querer.
El amor, que sublime encuentro le condujo
a un universo de pasiones, bien produjo
que en la vida y goce, hoy exista la mujer.
Lebusla
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