Tu gris celaje de poemas escondidos.
Tu bastión secreto de sombras abolidas.
Tu cálamo, tu báculo, tu crepúsculo.
Tus ojos llenos de cruzada y pensamiento.
Tu barba. Tu cáliz de blanca eternidad.
Todo es tenue matiz que aclimata el recuerdo.
Entre el miope pasado y el vago futuro
vagamos cual ciegos al borde de un abismo.
No importa que te hayas ido antes de tiempo.
Las estrellas mueren para así renacer.
Bien supiste ajar la cuenta gota del verso
que vierte la mano de la musa escondida.
Tus palabras fueron arpegios proverbiales
que hilaron tu odre de lágrimas cautivas,
como cenizas de paraíso perdido.
La alternación de dos colores confrontados.
El agua de Tales y el fuego de Heráclito.
El eterno retorno del río que fluye
hasta su sepulcro final en el mar vasto.
¡Oh, Poeta, alquimista de la invocación!