Mis manos aprendieron de memoria,
la ruta perfumada de tu talle;
y en la tierna frescura de tu valle,
me embriagué del sabor de la victoria.
En tu piel bebí el néctar de la gloria,
transité vagabundo por tu calle,
te exploré, beso a beso, con detalle,
convertí mis quebrantos en euforia.
Y supe del frescor de tus veneros,
del aroma del polvo de tus huellas,
de tus ojos poblados de luceros,
de tu boca bordada con estrellas;
de la luz infinita que destellas...
y la loca pasión con que te quiero...