Tanto cielo han contemplado tus ojos,
sombríos de horizones plomizos,
de sol subordinado
a la ligera rebelión de tu sangre.
Esfuman lágrimas tus párpados
que entre falsas verdades
se recuestan a confortar
el silencio que confinas.
Te alimentas de la duda
que puebla mi firmeza,
del error corrosivo
que hila mis memorias.
Tanta es la piel que te cubre;
cual arteria te confundes
entre el ir y venir
de mis noches sin luna.
De mi noche,
la de hoy.