Pequeño olvido.
Pequeño muérdago de encías moradas.
Concebiste nuestro beso
debajo de tu cuerpo
y nuestro amor,
amor imposible e incontenible,
se hizo una tarjeta postal
desde esa noche
/pequeña noche de navidad/
Yo era una niña,
y él era un gigante.
Desde entonces,
Mis sueños se hicieron gárgolas
mordiéndome los pezones.
Mi triste madre, no supo más
qué era de mí
su pequeña hija.
Su pequeña hija amaba
y no al hijo del panadero,
no al hijo de un revolucionario.
No amaba en éxtasis
al compañero de su escuela.
Su pequeña hija amaba
a ese amigo lejano
que ella invitó
por tener pena de su soledad.
Mis pequeños pies
en sus grandes piernas,
mi cuerpo de quince
una trenza en su espalda de cuarenta.
Mi boina roja,
caída debajo de su cama.
Y mi madre,
rezando dormida.
Y nosotros, una oración anunciada
en la puerta del paraíso,
con un candado enorme y dorado.
Y mi madre, entrando a mi cuarto:
lo descubre, huyendo de su soledad
y dejándola, blanquecina
en mi cuerpo.
Y mi madre, desapareciendo
y su amigo,
se va.
Y yo,
debajo del muérdago
del que solo queda,
una espina punzando mi dedo.