Ayer tuve un sueño,
soñé que caminaba con pies descalzos
la vieja calle empedrada de mi pueblo
con los pantalones rotos y su remiendo multicolor
con puntadas de aguja capotera de mi abuela
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Ayer soñé mi cuna de petate rodeado de mariposas
y de flores silvestres
la casa palomar de adobe y tejas desteñidas por el tiempo
la vereda de matorrales que conducía al milperío y a los trigales
que aún guarda recuerdos de luna que nunca envejece
luna que se baña cada noche con las fumarolas del volcán Santiaguito
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Ayer tuve un sueño,
que fue como leer una vieja historia
de juegos de apaches y vaqueros
de chiríses prendidos de los peñascales
y escondidos en caminos encantados
con flechas hechizas de caña y arcos de palo de cerezales
simulando la garganta de bala fulminante y dedos índices mortales,
con los mocos de hilo plateado en la comisura de los labios
los zapatos rotos, reconstruido más de alguna vez, por al artesano zapatero.
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También soné y emergió en mí la nostalgia vivida
de niños de mirada triste y sin dentadura de leche
con cientos de lombrices en la panza
porque la pobreza era la comida diaria
la pobreza que se llevó a muchos a la tumba.
Ayer se me representó la cara del marchante de mi pueblo
con su cacashte a cuestas,
el surco en la frente hendido por el mecapal de pita
pregonando: ¡ Nanita, a un len la mano de jocotes de corona!
su más pobre riqueza, eran sus míseros activos de un patrimonio de hambre
caminaba con sus sandalias de venas de hule,
hechas de llantas de viejo camión, desgastadas hasta la saciedad
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Ayer soñé y extrañé mi terruño adorado
donde viví esta atrejeada vida,
escuchando cada amanecer, el susurro de la fiesta de los pinos de la comarca
deleitándome del traje multicolor de mi gente
admirando la devoción del cofrade que acompaña la procesión
de un Cristo ennegrecido por las velas de las ancianas devotas
y los altares que humean los responsos de mi gente
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Anoche también imaginé esas montañas inamovibles
de la Sierra Madre que contrasta el horizonte con mi aldea
cordilleras de historia campirana y ancestral
celosas guardianas de los caseríos
de límpidos cielos y nubes de algodón
que conjuga con los cañones de piedra y musgo
que celosamente bordean el cauce del río Samalá
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Cuánto soñé aquel tanque público tertulero
que fue nido de palomas y de mil chismes de las comadres
donde se esfumó la infancia
jugando a los escondrijos y las tentas
con mis amigos y confidentes de diabluras infantiles
¡Ah...siento que mi corazón no está aquí!
¡ Oh, sueño dorado mío !
bello sueño en el otoño de mi vida
remembranzas de niño, que llevaré conmigo hasta la tumba.
Jaime García Álvarez