Francisco Caleros de la Roca

NOSTALGIA CAMPIRANA

Ayer tuve un sueño,

soñé que caminaba con pies descalzos

la vieja calle empedrada de mi pueblo

con los pantalones rotos y su remiendo multicolor

con puntadas de aguja capotera de mi abuela

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Ayer soñé mi cuna de petate rodeado de mariposas

y de flores silvestres

la casa palomar de adobe y tejas desteñidas por el tiempo

la vereda de matorrales que conducía  al  milperío y a los trigales

que aún guarda recuerdos de luna que nunca envejece

luna que se baña cada noche con las fumarolas del volcán Santiaguito

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Ayer  tuve un sueño,

que fue como leer una vieja historia

de juegos de apaches y vaqueros

de chiríses prendidos de los peñascales

y escondidos en caminos encantados

con flechas hechizas de caña y arcos de palo de cerezales

simulando la garganta de bala fulminante y dedos índices mortales,

con los mocos de hilo plateado en la comisura de los labios

los zapatos rotos, reconstruido más de alguna vez,  por al artesano zapatero.

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También soné y emergió en mí la nostalgia vivida

de niños de mirada triste y sin dentadura de leche

con cientos de lombrices en la panza

porque la pobreza era la comida diaria

la pobreza que se llevó a muchos a la tumba.

 

Ayer se me representó  la cara del marchante de mi pueblo

con su cacashte a cuestas,

el surco en la frente hendido por el mecapal de pita

pregonando: ¡ Nanita, a un len la mano de jocotes de corona!

su más pobre riqueza, eran sus míseros activos de un patrimonio de hambre

caminaba con sus sandalias de venas de hule,

hechas de llantas de viejo camión,  desgastadas hasta la saciedad

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Ayer soñé y extrañé mi terruño adorado

donde viví esta atrejeada vida, 

escuchando  cada amanecer, el susurro de la fiesta de los pinos de la comarca

deleitándome del traje multicolor de mi gente

admirando la devoción del cofrade que acompaña la procesión

de un Cristo ennegrecido por las velas de las ancianas devotas

y los altares que humean los responsos de mi gente

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Anoche también imaginé esas montañas inamovibles

de la Sierra Madre que  contrasta el horizonte con  mi aldea

cordilleras de historia campirana y ancestral

celosas guardianas de los caseríos

de límpidos cielos y nubes de algodón

que conjuga con los cañones de piedra y musgo

que celosamente bordean el cauce del río Samalá

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Cuánto soñé aquel tanque público tertulero

que fue nido de palomas y de mil chismes de las comadres

donde se esfumó la infancia

jugando a los escondrijos y las tentas

con mis amigos y confidentes de diabluras infantiles

¡Ah...siento que mi corazón no  está  aquí!

¡ Oh, sueño dorado mío !

bello sueño en el otoño de mi vida

remembranzas de niño, que llevaré conmigo hasta la tumba.

 

Jaime García Álvarez