Sus labios lucen especiales,
los ha pintado con ilusiones.
La veo ahí, tan sola, tan suya,
mirándose fijamente en el espejo.
¿Qué hay mejor que verse
uno mismo a los ojos?
Quizá verse a uno mismo
en ojos ajenos.
Entonces sé que no está sola,
que no es mujer de nadie,
que no se pinta la boca,
sino que besa el aire.
Ella así marca su destino,
con sus ósculos vaporosos.
Ella es suya. Tan suya, que
se está perdiendo del mundo.