Se desliza mi labio por tus muslos,
en pos de la hondonada de tu vientre,
degustando a su paso tus sabores,
saciándose del néctar que desprende
el cáliz de tu flor, que abre capullos
al loco galopar de mis corceles.
Escalo la ladera de tu seno,
hasta el dulce capuz de roja nieve,
que corona su cumbre majestuosa,
y en fuego, al devorarlo, se convierte.
Descubro por tu cuerpo el paraíso,
con el sol de tus ojos al Oriente,
bebiendo cada gota de rocío,
de cada rosa que en tu piel florece.
Se ahoga mi navío en tus aromas,
al entrar palpitante a tu vertiente,
y estalla el Universo en un instante,
cuando llena tu surco mi simiente;
mientras tu alma y mi alma se confunden,
y en un minuto el tiempo se detiene...