Un fresco queso estaba en la mesa,
la boca de agua sintió Teresa,
pero al querer alcanzar el queso,
qué golpe al suelo por un tropiezo.
Un perro blanco que al queso quiso,
tal vez adrede se echó en el piso,
cual si cuidara de aquella mesa
donde debajo calló Teresa.
Quedó con ganas de castigarle
y con un palo salió a alcanzarle.
Mas no muy lejos desde un rincón,
feliz sonrisa esbozó un ratón.
Luego arribando muy sigiloso,
cruzó la puerta un gato mimoso,
sintió el aroma y miró a la mesa,
sintiose el queso próxima presa.
Pero de pronto desde el rincón,
chilló con fuerza el chico ratón
y al ver su cuerpo pequeño el gato,
se fue a seguirlo por largo rato.
El perro blanco volvió a la escena
y viendo el queso pensó en su cena.
También tranquila volvió Teresa
y vio un bocado sobre la mesa.
Detrás de un palo el ratón asoma,
-\"mi amigo el queso nadie se coma”-
El gato llega muy despacito,
-“no sé si queso o si ratoncito”-.
Ratón y perro, Teresa y gato,
miraron fijos bocado grato,
que con gran susto sobre la mesa,
más blanco fue al convertirse en presa.
Guiñole el ojo el ratón al queso
y diole al pie de Teresa un beso,
aquella mira al suelo extrañada
y grita y corre aterrorizada.
Del fuerte grito perro y minino,
corrieron prontos y sin destino,
y al ver que huyeron con tanta prisa,
el queso esboza grata sonrisa.
-Le doy las gracias ratón amigo,
de su bravura yo soy testigo.
Quiero abrazarle y agradecerle,
suba a la mesa que quiero verle-.
Como su meta estaba en la cima,
en tres segundos estuvo encima,
abrió sus brazos muy sonriente,
brilló sus ojos, mostró su diente.
-¡Amigo!-, dijo el ratón al queso
y diole al blanco manjar un beso.
Aquel sintiose feliz de pronto,
mas nunca supo, pasó por tonto.