Se negó a ser estrella pintada
a mano limpia, en otro cielo.
Un escudo protegía su pánico.
Entre las piernas, los celos.
¿Qué aromas de mayo esperaba?
En el gélido hotel de su alma
un ombligo, ocupaba la atención…
manto encarnizado de venganza
sobre las tetas de la revolución.
Prodigas cárceles en la calma…
Crepúsculo de vírgenes colores
y al pie de su naturaleza femenina
Invitó a algo más que a su dormitorio;
a sueños internos por donde camina
hechos de barro de un purgatorio.
Compartió un momento en el mundo
para engendrar el primer poema de amor
en aquella noche de lágrimas verdes…
anduvo la vida, según el autor…
perdió el tiempo que jamás, vuelve.
Antonia Ceada Acevedo