Todos los días una mano recorre tu espalda
esas manos son las manos de la soledad y la desesperación,
esas manos venden su tiempo para comprar una parte de tu cuerpo.
Ya no saben existir por si solas y necesitan sentir la inminencia
cueste lo que cueste, y cuando llega la noche
cierras el local, pensando en no volver jamás,
núnca más a las habitaciones temblorosas vendidas por el sol.