La cama se convierte en llanura gigantesca,
amigos y enemigos se encuentran preparados.
De pronto estalla aquella violenta y cruenta gresca,
de almohadas y cojines que cruzan disparados.
Al lado de un ropero se esconde el enemigo,
de aquel que lo amenaza con rayos de otro mundo,
y entonces con un salto que él solo fue testigo,
recorre medio metro tan solo en un segundo.
Fantásticos guerreros se trenzan en pelea
y cosas imposibles ocurren sin demora.
En un plato aparecen galletas con jalea,
-“¡Deténgase la guerra! llegó el jugo de mora”-
Estómagos felices retoman la batalla
y saltan en la cama soldados pies descalzos,
algunas volteretas se pasan de la raya
y dejan moretones que a veces no son falsos.
Sus armas poderosas no existen en la historia
y guerras y enemigos no han visto la alborada.
La espada es invisible y se clava en la memoria,
de aquel que finge inerte debajo de una almohada.
El tiempo va pasando y se acaba la energía,
se cansan los guerreros y acuerdan de repente
guardar todas sus armas, volver al otro día
y mientras en la almohada se duermen frente a frente.