Lo malo de romperme el corazón,
es que pierdo el apetito
y no dejan de preguntar,
si estoy enfermo, a dieta o anoréxico.
Así que contra mi voluntad
ingreso cualquier alimento,
mientras escucho
los reproches de mi estómago.
¿Aguantar un corazón roto
y un estómago caprichoso?
Tortura que no le deseo a nadie.